.............Directiva de Ex-Alumnos...............

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Juan Carlos Muñoz, Patricio Dekovic, Hugo Rueda, Wilma Hidalgo, Enrique Ibarra, Hermann Mondaca

19 febrero, 2004


SI DESEAS LA PAZ, PREPÁRATE PARA LA GUERRA

Estando en pleno gobierno estudiantil, el Ejército inauguró en 1969 un programa especial de conscripción militar voluntaria entre los estudiantes secundarios del liceo de Arica. Lo vimos como la gran oportunidad de conocer el manejo de las armas y la preparación que tanto necesitábamos para defender nuestros ideales democráticos, patrióticos y libertarios.

Hasta ese momento era tradición en Chile que los estudiantes secundarios pasaran a la “reserva sin instrucción” por su condición de estudiantes y ninguno quisiera hacer el servicio militar, buscando por el contrario la forma de “sacárselo” al cumplir 18 años, aludiendo múltiples razones de salud, baja estatura, hijo de madre viuda, etc.

El núcleo dirigente estudiantil dimos un paso al frente y muchos estudiantes junto con nosotros lo hicieron. Teníamos sólo 16 años, pero la decisión y la energía necesaria para afrontar esta responsabilidad en consecuencia con nuestros ideales.

Durante dos años, teníamos clases en el liceo por la mañana hasta medio día, almorzábamos, nos colocábamos el uniforme y nos íbamos al regimiento Rancagua a recibir la instrucción entre la 14:00 y las 18:00 hrs. de lunes a viernes.

Las vacaciones de invierno y verano, las dedicamos a realizar campañas fuera de la ciudad, al interior de Arica en la precordillera.

Conocimos la estructura interna de las FFAA, sus mandos, sus códigos militares, su disciplina, su entrenamiento, su doctrina e ideología y por supuesto el manejo del armamento de servicio.

Nos dimos cuenta de la división social entre oficiales, suboficiales, clases y soldados, no sólo por una cuestión jerárquica y disciplinaria, sino por una cuestión social y política vinculada al origen familiar, nivel educacional, económico y cultural e ideológico.

Quizás lo que más nos impactó, fue el profundo desprecio de los militares hacia la sociedad civil y la clase política. Nos percatamos de un profundo resentimiento militar, en el que se sentían herederos y únicos tributarios del patriotismo, el heroísmo y el manejo eficiente del Estado o de las cuestiones de Estado vinculadas al interés nacional.

Los únicos capaces de defender al país desde sus cuarteles frente a una amenaza vital de la nación toda. La clase política y dirigente era corrupta e indisciplinada, carente de voluntad y de patriotismo.

La disciplina y la obediencia se inculcaban y obtenían a través del castigo físico, la presión psicológica, la humillación y el ridículo.

Nosotros éramos soldados transitorios, pues nos esperaba un futuro profesional, cumplido nuestro servicio militar y éramos desde ese punto de vista, futuros representantes de esa sociedad civil que nuestros oficiales tanto despreciaban.

Como soldados, nuestros aliados naturales fueron los clases, cabos y sargentos instructores que se sintieron identificados con nosotros por nuestro valor de enfrentar, desafiar y en más de una oportunidad desobedecer a los oficiales, incluso poniéndolos en ridículo, al vencer su prepotencia y colocando en evidencia su ignorancia.

La oficialidad era admiradora del nazi fascismo alemán de quienes se sentían herederos, sintiéndose orgullosos de tener fotos de Römmel o Hitler en sus casas. Esto era congruente con las marchas militares alemanas como Lily Marleen que se cantaban y amenizaban los desfiles militares y que nosotros aprendimos durante la instrucción.

Podíamos esperar entonces, la aplicación de torturas, como parte de los métodos normales de instrucción en una simulación de guerra. Sabíamos que como parte del entrenamiento, en algún momento seríamos víctimas de un asalto por fuerzas especiales o boinas negras, que nos harían prisioneros y nos proporcionarían castigo físico.

Tuvimos entonces la precaución de guardar balas de guerra en nuestras botas cada vez que realizamos maniobras y entrenamientos de tiro con fusil y ametralladoras. También organizamos grupos de contrainteligencia que estando en campaña, nos deslizábamos cautelosamente “a punta y codo”, luego que se apagaba la luz del campamento y se ordenaba dormir, hasta la carpa de los oficiales a escuchar la planificación diaria.

Así fue como nos enteramos una noche que al día siguiente seríamos atacados mientras dormíamos por un comando de fuerzas especiales, previa colocación de trotil (explosivo de instrucción) alrededor de nuestras carpas, que explotarían a las 12 de la noche, situándose dos camiones a 50 metros que encenderían reflectores para deslumbrar a los soldados que despertarían y tratarían de salir, saltando los comandos y corriendo hacia las carpas a tomar prisioneros de guerra para luego realizar los interrogatorios.

Instruimos así a nuestros compañeros de dormir vestidos y con las botas puestas, intercambiar sus fusiles para evitar su identificación por el número de serie, colocar balas de guerra en los depósitos de los fusiles y pasar el seguro, limpiar la trinchera frente a las carpas, utilizada para evacuar desperdicios pero que esa noche sería utilizada de parapeto, donde tendrían que saltar una vez escuchadas las explosiones, sacando el seguro y disparando al aire en dirección a los camiones.

Derrotamos así el factor sorpresa del ataque, y los comandos subieron a los camiones más rápido de lo que bajaron, huyendo con destino desconocido.

Fuimos formados por secciones y nuestros oficiales nos amenazaron con pasarnos a Concejo de Guerra por faltas a la disciplina militar si no delatábamos a los organizadores de esta sorpresiva resistencia. Sin embargo nadie habló. No sirvió de nada que olieran las recámaras de los fusiles que habían disparado porque nadie tenía el suyo y no se podía responsabilizar ni individualizar a los autores de los disparos.

Así las cosas nos mandaron a dormir. Pero esta vez a las tres de la mañana, nos sacaron de las carpas semidesnudos y nos subieron a camiones para ir a dejarnos a varios kilómetros del campamento al que tendríamos que volver eludiendo emboscadas del “enemigo” que tendría dispuestas ametralladoras punto 30 y morteros con los que dispararían si éramos sorprendidos.

A la mañana siguiente, a diferentes horas, llegó cada una de las escuadras sin novedad, pero nos esperaría el plan de instrucción intensificado como represalia. Pero el cansancio de la falta de sueño y el esfuerzo de la caminata no fue impedimento para cumplir con las exigencias de ese día, pues saboreamos la victoria, nuestra primera victoria militar y de inteligencia.

Conocimos en esa experiencia militar, a quienes serían protagonistas años más tarde del golpe de estado y la dictadura militar fascista de diecisiete años a partir del 11 de septiembre de 1973.

Augusto Pinochet Ugarte que era general de la Sexta División de Ejército con sede en Iquique nos visitó y presenció nuestra instrucción e inspeccionó nuestras tropas.

Luego de la renuncia del general Carlos Prats en 1973, fue nominado Comandante en Jefe del Ejército. Poco tiempo antes de este acontecimiento, había leído el libro “Geopolítica” que escribiera para la Academia de Guerra en 1968. De su lectura concluí sin equívocos su ideología fascista. Por eso cuando el dirigente del Mapu, Carlos Bau nos visitó en Arica le pregunté acerca de su confiabilidad y su respuesta fue que era constitucionalista. Nunca pude aceptar que un hombre cambiara su ideología en tan poco tiempo. El golpe de Estado me daría la razón y el propio Bau como tantos dirigentes, comprobaría en carne propia su error de evaluación, pues fue hecho prisionero y torturado en la Academia Aérea en Antofagasta, donde fue brutalmente asesinado Eugenio Ruiz-Tagle.

Agustín Toro Dávila fue el Comandante del Regimiento Rancagua y más tarde sería el primer ministro de Agricultura de la Junta Militar y luego Rector Delegado de la Universidad de Chile. Haciendo nuestro servicio militar, “se nos ofreció” comprar su libro “Síntesis histórica militar de Chile”, del que recuerdo como interesante la descripción de las tácticas guerrilleras de los combatientes araucanos contra los españoles.

Odlanier Mena Salinas fue Jefe del Servicio de Inteligencia del Regimiento Rancagua, luego como consta en la página Web del Ejército de Chile, comandante del Regimiento Rancagua de Arica:

Posteriormente sería Jefe de la Central Nacional de Inteligencia reemplazando a Manuel Contreras.

Pero también conocimos y en este caso mantuvimos una estrecha amistad con varios de los clases, sargentos y cabos que fueron nuestros instructores y que colaborarían con nosotros ya incorporados a la vida civil.

Faltaban aún por escribirse nuevas páginas de nuestras relaciones cívico-militares durante el gobierno de la Unidad Popular, donde nuestra experiencia se podía resumir con una frase de José Martí: “Conozco al monstruo porque viví en sus entrañas”. (Extraido de: "A 30 años del nacionicidio en Chile").
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